Tepic, Nayarit, viernes 19 de abril de 2024

El grito y el antigrito

Miguel González Ibarra

16 de septiembre de 2013

Hace 203 años Hidalgo dio el grito de Independencia. Significaba la convocatoria para romper los eslabones que nos encadenaban a la corona española. El pueblo mexicano acudió al llamado del Cura de Dolores. Las grandes masas de este país, levantadas, terminaron con más de tres siglos de esclavitud y opresión colonial.

Han pasado ya dos siglos más tres años, que dejamos la corona española. La sangre patria corre, desde entonces, por las venas de la República. El sentimiento nacional de los mexicanos ha estado vigente durante todo este tiempo. No de balde, a Don Miguel Hidalgo, lo conocemos como el Padre de la Patria.

Hidalgo es inspiración y guía permanente, eterno.

Nos sigue conduciendo. Su ejemplo allí está, cada día, todos los años. Los quinces de Septiembre, las plazas de la República se llenan para vitorear al principal dirigente de la guerra de Independencia y a todos los héroes que nos dieron patria y libertad. Es nuestra fiesta nacional. Eso es muy positivo. Esta celebración, es parte de nuestro ser como territorio integrante de la comunidad de naciones y estados en  el mundo.

Más, hay que decirlo, ya no somos colonia de España, pero, los gobernantes actuales trabajan para que, de plano, seamos una geografía sometida a los Estados Unidos. Las grandes masas mexicanas se oponen a ello; en esta justa batalla, nos inspiramos en Hidalgo. Los que dirigen México desde el aparato del Estado, vitorean este día al Padre de la Patria, cuando en los hechos, lo han traicionado; están entregando palmo a palmo, el interés de la nación a los monopolios extranjeros, principalmente a los de  la Unión Americana.

En el regreso del petróleo a las compañías que lo explotaban antes de 1938, ellos creen que están ya a un paso. Se frotan las manos, porque los ha invadido la ambición de hacer fortuna y pasar a inscribirse en la lista de los magnates del mundo, tal y como ocurrió con el dueño (o prestanombre) de Teléfonos de México. No la tienen fácil, nada fácil. Hidalgo y el grito de Dolores están muy presentes en los sentimientos de los mexicanos, decididos a evitar y derrotar lo que sería el golpe más fuerte que tendría la nación, por lo que la privatización significaría y, todavía más, por lo que vendría, ya que, ciento por ciento, nos unciríamos como colonia a los gringos y veríamos a las tropas yanquis en este suelo tal cual vulgares policías y sustituyendo a nuestras gloriosas fuerzas armadas que tienen profundas raíces populares y revolucionarias.

Los que dirigen el Estado mexicano, carecen de sensibilidad. Su único dios es el dinero, tal y como dijo Hidalgo de los ricos. Quieren acabar con la educación pública. No les importa la protesta de los trabajadores que enseñan en las aulas. Ni su derecho a manifestarse, respetan. Exactamente, lo mismo que pasaba antes de 1810. Pero, ahora se topan, con la dignidad del maestro mexicano, que es la misma del Cura Hidalgo, aquella que lo incitó a dar el Grito de Independencia y luchar contra el invasor.

Será ahora lo mismo con el magisterio nacional. Saldremos adelante. La causa de los maestros democráticos, culminará con la gran victoria, que nos llevará a colocar muy en alto las banderas de la educación pública y la vigencia de los derechos laborales de los docentes mexicanos, porque esa es, justamente, la línea y las directrices que dictó el Padre de la Patria aquel histórico día en la medianoche.

El grito, el verdadero y auténtico grito, suena muy fuerte  entre los 16 mil 599 electricistas que trabajan y luchan para que la industria eléctrica sea de los mexicanos y esté siempre bajo el dominio de la nación.

No olvidamos que, quien ahora está al frente del Ejecutivo Federal y, que,  le echó vivas a Hidalgo desde el balcón de Palacio luego de que él ordenó la represión a los mentores, siendo el gobernante del Estado de México, aplaudió y echó las campanas al vuelo, cuando su antecesor  firmó el decreto anticonstitucional e ilegal para extinguir Luz y Fuerza, aquel fatídico 11 de Octubre de 2009.

Aunque, la victoria de esta causa, ya, es que Hidalgo y el grito de Dolores están en los 16 mil 599 que no se liquidaron y, no, definitivamente no, en el que lanzó las consignas desde la parte central del edificio sede de los poderes nacionales.

El grito, el verdadero grito, es el de los 16 mil 599 obreros pertenecientes al Sindicato Mexicano de Electricistas.

El grito, el verdadero grito, es el de 117 millones de mexicanos, decididos, bajo la inspiración de Hidalgo, a defender el interés nacional entrelazado con el interés social.

Si, ayer fue el grito. Pero, también el antigrito.

El antigrito se define como lo que es contrario al grito. El antigrito es un ser maligno, cuya maléfica misión es pretender seducir a los mexicanos para apartarlos de su inconmensurable fe en la patria, así como en los valores nacionales.

El antigrito, es el de Peña Nieto, que representa a diez magnates, cuando mucho a treinta, así como a los intereses del extranjero, los cuales, se proponen suplantar a la corona española, dominante hasta 1810.

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