Tepic, Nayarit, martes 23 de abril de 2024

En dios confiamos

Oscar González Bonilla

12 de octubre de 2013

Caí en estado de letargo, en la inactividad. Mi madre ha empeorado, de súbito pasó a aparente demencia senil, condición que preocupa, no solo a mí, sino a mis hermanos también.

Impotentes frente a una realidad que nos lacera, hemos extremado precaución. A doña Hilda Bonilla Guerrero, quien pronto llegará a los 82 años de edad, no podemos dejarla sola ni un instante.

De común acuerdo, los cinco hermanos –involucrados nietos, bisnietos y nueras de la gran señora- nos turnamos su cuidado, sobre todo en las noches.

En la primera semana de este octubre cercano el otoño, mi hermana Josefina, quien está con ella durante la mayor parte del día, la llevamos a consulta con su doctora familiar (Martha Águila) a la unidad médica 25 del Seguro Social.

Después de analizar estudios de tomografía, confirmó la existencia de osteoporosis en cadera. Concedió pase al traumatólogo con el propósito de que éste ordenara vacunar contra la enfermedad, inmunización duradera un año.

Mi madre, aunque en silla de ruedas, de buen talante escuchó a la doctora Águila que debería caminar lo menos posible por el riesgo de sufrir alguna caída con alta probabilidad de fractura. Deberá permanecer sentada o acostada.

Pero tierna la mañana al día siguiente, doña Hilda se desvaneció producto de baja presión, comprobada a través del baumanómetro digital que mi hermana posee hace algún tiempo para checarse la presión. El desmayo aparentó que perdía la vida, me comentó mortificada Josefina la tarde de ese mismo día, una vez recuperada aquella después de haber recibido atención médica en urgencias del hospital del Seguro.

Inesperado vino lo que parecía ser demencia senil. En casa, sentada en un sillón y yo frente a ella, la observé largo tiempo. De repente reía sin razón, inquieta miraba de un lado a otro, luego fijos los ojos apuntaban hacia un solo lugar para mencionar que se encontraba allí cierta persona, veía cucarachas y hormigas, se inclinaba hacia el piso para intentar recoger imaginarias zurrapas. Alucinaciones.

Cuando abandoné la casa materna, en mi mente se clavaron esas imágenes del comportamiento anormal de doña Hilda. Los recuerdos se vinieron en cascada, como cuando infantes mis hermanos y yo recibíamos los amorosos cuidados de mi madre, quien los domingos por la tarde solía llevarnos a la plaza principal de Tepic, donde se encontraba con su hermana Inés y su cuñada Aurora y sus respectivas proles.

También traje a la memoria etapas de la vida al lado de mi madre, mujer de belleza singular, nacida en Mazatlán, Sinaloa, pero desde los dos años de edad radicada en Tepic, que junto con mi padre Donaciano González “Shangai”, músico, baterista de reconocida calidad, se partió el alma trabajando para lograr hacer hombres de aprovecho a sus cinco hijos. Aunque con carencias materiales, pero el amor, la ternura y el cobijo de doña Hilda nunca nos faltaron. A la fecha llora por el malestar, causa a su enfermedad, considera ella le provoca a sus hijos. No, hoy estamos obligados a retribuir.

Empecé a pensar además en los momentos que a las mil maravillas pasé al lado de mis progenitores, pero sobre todo de mi madre porque mi padre en ese tiempo era más desprendido de la familia, aunque no desobligado, y de mis hermanos: Josefina, Roberto Efraín, Juan Gonzalo y Cesar Donaciano, antes de marchar de casa en busca de nuevas ilusiones.

¿Papá por qué estás enojado?, dijo mi hijo. No está enojado, más bien preocupado por lo de su mamá, se le nota en la cara, contestó mi mujer. Aunque se congeló en mi memoria el comportamiento anormal de doña Hilda, jamás imaginé mi rostro fuera el espejo de las consecuencias muy a pesar de darle al mal tiempo buena cara.

La noche que me correspondió en su casa cuidar a mi madre se hallaba en la etapa de trastorno mental. Fueron infinidad las veces que se sentó al bordo de la cama, de donde la devolvía pidiéndole se volviera acostar. Obedecía. Le subía sus piernas y cubría toda con las cobijas.

Sin embargo, avanzada la noche permaneció despierta, movía sin descanso sus manos al asir la orilla de las frazadas y decir muchas cosas. En una de esas, saludó agitando la mano ¿A quién le dices adiós?, le pregunté. Al Ney, ahí pasó, no lo viste, me contestó. Por años, el gobernador de Nayarit del sexenio anterior ha sido su vecino.

Hasta las tres de la mañana quedó profundamente dormida, muy a pesar del tranquilizante en gotas que toma antes de ir a la cama. Pero poquito para las seis, desperté sólo para ver como se fue a sentar en un sillón de la sala, donde permaneció quietecita buen tiempo hasta que le ayudé con apoyo de la andadera a regresar a la cama.

Las recomendaciones y diagnósticos de médicos conocidos y amigos son la toma de tomografía para descartar una inflación cerebral, un psiquiatra puede a corto plazo acabar con la pérdida de la memoria, lipotimia, demencia senil, y el consuelo: 22 por ciento de los ancianos es víctima de esos trastornos de la capacidad intelectual.

Presentó nueva crisis por la baja presión. Con ella fuimos nuevamente a urgencias del hospital general de zona del Seguro Social. Esta vez quedé impresionado de encontrar la totalidad de las instalaciones repletas de pacientes y familiares de ellos. Camillas en los pasillos con cantidad de ancianos, las camas en absoluto ocupadas, en sillas jóvenes con aplicación de sueros, por fortuna nadamás un infante. Médicos y enfermeras en actividad constante. Supe entonces que el dengue ataca sin compasión.

A la media noche doña Hilda salió de urgencias, con cantidad de recomendaciones médicas. El doctor que la atendió, muy bien por cierto, aseguró que los trastornos mentales obedecen a la falta de alimento. Tendrá razón, come muy poco, suple esa deficiencia con la ingesta de un vitamínico nombrado Ensure, pero al parecer no es suficiente.

Al paso de los días nos hemos enterado que lo cambios de personalidad al hacer y decir cosas que parecieran inexplicables han desaparecido, es decir, lo que pensábamos era demencia senil lento se esfuma, esperamos no sea temporal.

Hoy hasta nietos, bisnietos y nueras empeñosos están en darle a doña Hilda expresiones de cariño y afecto para que reaccione con alegría y esté en más calma, mientras que sus hijos a retribuir lo que ella hizo por nosotros, empezando por el amor, la paciencia y la tolerancia. En dios confiamos.


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