Tepic, Nayarit, jueves 28 de marzo de 2024

Saludable crítica a la UAN por parte de González Ibarra

Salvador Mancillas

1 de noviembre de 2013

Al fin un ciudadano de fuera de la Universidad Autónoma de Nayarit, se preocupa por lo que ocurre al interior y enciende una alerta amarilla que no debe pasar desapercibida. La mayoría de los políticos, de cualquier partido, teme reconocer lo que es evidente: el estancamiento académico, la corrupción y el autoritarismo, como males cancerígenos que laceran la institución.

Nuestra universidad, afirma Miguel González Ibarra, “nació con principios elevados” que hoy sin embargo están en el olvido. No hacen falta más palabras para definir un estado de cosas ya insostenible, por costosa, que puede desglosarse, sin embargo, en los siguientes puntos:

1) Desde el punto de vista social, la UAN es incapaz de constituirse en la inteligencia o en el cerebro ―dice González Ibarra― de nuestra entidad. 2) Las posiciones en el ranking académico nacional e internacional van de picada en lugar de ascender normalmente ―como debe de ser― ante un supuesto esfuerzo constante de superación institucional. Y 3) Las actuales autoridades rectorales carecen de identidad universitaria, lo que es inusitado e inédito en el mundo de las universidades.

Este último aspecto es vergonzoso, pues por ejemplo, las actuales autoridades universitarias no están sensibilizadas con la historia de la UAN en particular, ni con la historia de las universidades en general. El propio rector ignora lo que representa ser precisamente “rector” de una institución educativa. Es decir, se comporta más como alcalde o gerente de algún negocio venido a menos, que como una figura académica al cuidado del cumplimiento de las políticas científicas, docentes y de extensión que hay que cumplir y perfeccionar por ley y mandato social.

Por eso sorprende al señor Miguel González Ibarra ver a un rector promoviendo el emprendurismo, plantando arbolitos o acompañando a su respetable esposa en actividades asistencialistas o de otro tipo. ¿Alguien ha visto al rector de la UNAM, de la Complutense o de Harvard en actividades ajenas a la academia, codeándose con porros, vividores del clientelismo y políticos parroquiales?

Si hay una distorsión de la figura del rector, con mucho más razón lo hay sobre el concepto de universidad misma. Esto constituye un verdadero peligro para nuestra institución y para Nayarit. Basta mencionar que para tratar de llenar ese barril sin fondo que hemos descrito se van más de mil millones de pesos anuales del presupuesto federal. La UAN ya lleva más de 40 años simulando, jugando a la escuelita y despilfarrando el dinero de la federación, con pocos resultados. Otras universidades públicas más jóvenes, tanto de México como del extranjero, se han consolidado académicamente al poco tiempo de iniciada su actividad institucional. No es necesario enumerar todos los ejemplos existentes en Japón, Corea, México y demás lugares. En nuestro país, la Universidad Autónoma Metropolitana fue fundada cinco años después que la nuestra (1974), pero academizó sus estructuras casi desde que inició operaciones. Hay historia, ejemplos y cierto tipo de experiencia institucional universitaria ―desde la época medieval hasta
la nuestra― que nos permite fundamentar la presente crítica.

Por ahí alguien nos endilgará, entre los más suaves de los adjetivos, que este humilde articulista es un “radical” o un “idealista”, etc., etc. Pero que nadie se engañe. En realidad sólo exigimos que se practique lo normal que se hace en todas las universidades que se precian de serlo: academizar las estructuras, no dejarlas que se supediten a la estructura político-burocrática que padecemos.

Aunque nuestra querida UAN ha tenido episodios brillantes en su historia, le ha sido imposible consolidarse porque se han dejado las decisiones importantes a politiqueros, enfermos de poder y de dinero, y a gobernadores ignorantes. Si la sociedad y los universitarios nos quedamos cruzados de brazos, tengan por seguro que dentro de tres años, el sucesor de Juan López Salazar será un porro. Entonces, mucho menos habrá esperanza para la consolidación académica.

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