Tepic, Nayarit, jueves 18 de abril de 2024

La Constitución del 17 murió

Octavio Camelo Romero

19 de febrero de 2014

Aunque nunca fue “vigente”, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la no escrita, daba cierta cobertura a los movimientos democráticos y a ciertas aspiraciones del “Pueblo de México”. Ni siquiera con Miguel Alemán Valdez el original texto constitucional sufrió graves descalabros como con Miguel de la Madrid Hurtado, quien representó el inicio del fin del espíritu de los constituyentes de 1917 y de lo que ellos redactaron. No les resultó del todo fácil matar a la “constitución original”. Se requirió del arma de la “corrupción” para finiquitar lo que hace más de 30 años se inició. El año 2013 representa la muerte de la Constitución del 17 y el advenimiento de otra Constitución distinta. El presidente Enrique Peña Nieto será recordado en la historia universal como el presidente mexicano que en un año y por la vía pacífica logra adecuar el texto constitucional a los intereses del capitalismo mundial.

Hoy el capitalismo mundial ha generado un entramado de intereses comunes y una trabazón de las economías de los diversos países del mundo. Nada de lo que le pase en algún continente le es ajeno al resto del planeta. Esta situación objetiva no existía en la primera mitad del siglo pasado.

La contradicción fundamental del capitalismo mundial es la mundialización del proceso de producción y la privatización del producto del trabajo. Hoy la producción de mercancías se ha extendido en varios sentidos. Territorialmente ha integrado a varios países en un mismo proceso productivo haciendo aparecer a los procesos nacionales como actividades productivas propias que encuentran mercados extranjeros para sus mercancías. Esto ha generado una falsa imagen de dinamismo de cierto sector de la producción para exportación.

Por otra parte la mercantilización ha llegado hasta los órganos del ser humano. La sangre, el riñón, el hígado, el vientre, etc., se han convertido en mercancías. Recordemos que cuando producimos un objeto para el comercio, para la compra-venta, bien sea esta para uso temporal o bien para uso definitivo, estamos produciendo una mercancía. Y así debemos de considerar a las partes de los humanos que producimos para la venta. Me refiero no únicamente a los órganos o partes físicas de nuestro cuerpo que vendemos total o temporalmente.  También debemos considerar como mercancías a los productos y actividades mentales, sentimentales y afectivas que ofertamos en el mercado, en el comercio. Todas están partes físicas, mentales, emocionales de los humanos se han convertido en mercancía. El asalariado contemporáneo tiene una mayor oferta de capacidades que vender que el asalariado de finales del siglo pasado. Hoy hasta la experiencia acumulada se vende. A eso se refieren los "economistas" con los intangibles. Y también se vende la capacidad para provocar un sentimiento, para provocar placer, etc.

Hoy difícilmente se puede encontrar en el mercado una mercancía que no esté integrada con productos creados en otros países. La integración multinacional de un producto se acentúa más cuando el saber científico, la experiencia acumulada, las emociones y los afectos humanos se han convertido en fuerzas productivas, en instrumentos para la  producción de plus valor, para la creación de la ganancia de los empresarios. He aquí el por qué la socialización de la producción mercantil ha adquirido dimensiones planetarias.

Este es el capitalismo mundial, el capitalismo contemporáneo. Y en cuanto a las nuevas formas sociales de relacionarse, a las nuevas relaciones de producción, a las nuevas prácticas sociales es imprescindible una adecuación de la normatividad para regular todas estas nuevas maneras de vinculación mundial entre los compradores y vendedores, entre los factores fundamentales de la economía mundial, el trabajo asalariado y el capital. El Congreso de la Unión y el Presidente de la República asumieron ese reto, el de adecuar la normatividad mexicana a los intereses del capitalismo mundial. Por eso ya tenemos una Constitución Política distinta a la de 1917.

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