Tepic, Nayarit, jueves 28 de marzo de 2024

El perfil humanista supera limitaciones y dudas

Oscar González Bonilla

23 de abril de 2015

EL HOMENAJE AL DESTACADO POLÍTICO NAYARITA SE INSCRIBE EN EL LEMA: HONOR A QUIEN HONOR MERECE

El teatro del Seguro Social de Tepic, lleno hasta el tope, fue el escenario para el acto de homenaje al doctor -cirujano dentista por la Universidad de Guadalajara- José Lucas Vallarta Robles este sábado 18 de abril, además día de su cumpleaños número 83, que organizó la Fundación Tepic de Nervo, cuyo presidente honorífico es el senador priista Manuel Humberto Cota Jiménez.

El doctor Vallarta Robles, mejor conocido como “Cachis” entre familiares, amistades y amigos, en pieza oratoria de casi media hora hizo un recuento histórico de su paso por esta vida, con central y emocionada mención a su familia, desde sus padres José L. Vallarta Ledezma y Francisca Robles Sánchez.

Lucas Vallarta Robles fue secretario general del sindicato de trabajadores del Seguro Social, sección 24, que corresponde a Nayarit, durante el periodo de 1980 a 1984.

Desde 1956 que ingresó al Partido Revolucionario Institucional, el doctor Lucas Vallarta manifestó que ha sido priista y lo será siempre.

Lucas Vallarta Robles hizo público reconocimiento a los gobernadores de Nayarit, Emilio Manuel González Parra y Celso Humberto Delgado Ramírez, de quienes bebió enseñanzas y experiencias en la práctica política a su paso por la dirigencia sindical, diputación, presidencia municipal y presidencia estatal de partido.

Al término del acto, Lucas Vallarta recibió felicitación y abrazos de centenares de amigos por doble motivo: el homenaje y su cumpleaños.

Este es el discurso íntegro del homenajeado:

Hoy, 18 de abril de 2015, saludo con emoción y gratitud la presencia de todos ustedes.

Me dirijo especialmente a mi esposa Rosario, a mis hijas e hijos, a mis nietas y nietos.

Me dirijo a mis hermanos y familiares.

Me dirijo también a mis amigas y amigos. A quienes han venido de Tepic, Santiago

Ixcuintla, Compostela y de muchos otros municipios.

Como dijera Octavio Paz, “Comienzo con una palabra que desde que el hombre es hombre ha proferido: Gracias”.

La mejor manera de agradecer el gesto que han tenido conmigo, además de la enorme felicidad que ello me produce, es que jamás voy olvidar la generosa idea que dio cabida a reunirnos esta mañana.

Gracias, muchas gracias por haber hecho posible este evento.

La experiencia humana sabe, a veces, incluir un mundo en pocas palabras.

Soy afecto a escuchar, más que hablar. No soy así para endurecerme en mis palabras, sino para explicarme a mí mismo lo que ocurre.

Por eso, más que un discurso cuidadosamente elaborado, espero que mis palabras logren expresar la sensibilidad y emoción que siento como riqueza extrema.

Así como quien se dedica a recoger oro tiene la obligación de compartirlo, de ese modo creo que debo compartir lo que durante toda mi vida he venido recolectando y que es semejante al metal precioso: las amistades y los afectos, un patrimonio invaluable desde el punto de vista personal, moral, social y político.

Sé por tanto, que el amor de mi familia y la amistad que profeso a todos ustedes, son valores que se han vuelto patrimonio propio.

Ese amor a los míos y esa relación amistosa profunda que me dispensa, la comparto con igual gratitud.

Es, también, el gesto que se iguala al agradecimiento que profeso a cada uno de ustedes.

Ennoblece aún más que tan inmerecida ocasión como ésta, tenga lugar en este teatro de la cultura nayarita que enseñorea al Instituto Mexicano del Seguro Social.

Yo no aprendí en los libros una receta para dirigirme a los demás ni para comunicarme con el mundo. Mi mundo era Nayarit, dentro de México.

Nuestra tierra nayarita, generosa y fértil, que tanto amamos y que ciertamente ha cambiado en muchos aspectos, pero que paradójicamente mantiene los contrastes y resabios de una región alejada del desarrollo integral a largo plazo.

Lo que vieron mis ojos, desde aquellos tiempos, fue una herencia lacerada del campo que arrastraba un pasado de desigualdades, con un reparto de ejidos y la división parcelaria con instrumentos de justicia social para aliviar sus males.

Lucha y esperanza, eso fue lo que vi.

Pero entendí que no hay lucha ni esperanza solidarias.

En todo hombre y en toda mujer se juntan las épocas remotas, la inercia, los errores, las urgencias del tiempo, la forma de dar pasos al futuro.

Así que, para ubicarme dentro de la grandiosa diversidad que nos ha rodeado siempre, he mirado de frente el mapa de mi familia y de mi pueblo.

Y he podido ver que esta tierra de nuestros padres y abuelos, viene de las manos que cortaron con machetes las ramas y arbustos para abrir las tierras al cultivo y trazar los surcos de los sueños de las familias de campesinos y productores.

Tierra generosa y fértil que sufría constantemente la fuerza vertiginosa y atropellada de los ríos, no había caminos ni hospitales, apenas asomaban incipientes obras sociales de la Revolución Mexicana, como la escuela primaria “Eduardo Martínez Ochoa”, de mi querido Santiago Ixcuintla, donde aprendí las letras y las historias que llenaron mi infancia.

Íbamos detrás del progreso, tratando de alcanzarlo.

No sé si todos los caminos llevan a ese mismo punto, a la comunicación de lo que somos; pero sí sé, que la circunstancia geográfica de mi familia, el lugar y espacio que ocupamos todos mis hermanos se debe al esfuerzo y a la iniciativa emprendedora de mis padres.

José L. Vallarta Ledezma y Francisca Robles Sánchez, supieron formar una familia de bien, de manera que cuando ocupábamos la mesa del hogar, sabíamos que era para merecer y honrar el esfuerzo realizado.

A ello se debe que haya preferido entregar con humildad mi forma de comprometerme con la vida, sin impaciencia, decentemente, con modestia.

En verdad, no quiero justificarme, porque no creo que las justificaciones tengan cabida entre los deberes del amigo, del hermano, del esposo, del padre y del abuelo.

Tengo muy claro que nuestro origen no fue la abundancia atesorada como herencia de linaje, sino producto del trabajo diario con las jornadas cumplidas, fiel a los deseos y anhelos que hacen abundante el sentido de responsabilidad y la alegría de vivir.

Por ello entendí, que independientemente del origen, ninguno de nosotros tiene mayor desafío esencial que su propia incapacidad para entenderse con los más ignorados y explotados de sus contemporáneos, con la gente que sufre enfermedades, que busca empleo, con las personas que carecen de dinero para sufragar los gastos de la alimentación y educación de sus hijos y necesitan el apoyo de los demás. Y esto rige en todas las épocas y para todas las personas, sea cual fuere su condición.

Como parte de aquella generación emprendedora salimos del terruño a proseguir los estudios. Yo me dirigí a la que era entonces una distante ciudad de Guadalajara, para cursar el bachillerato en el Instituto de Ciencias Jesuitas y, después, cursar la carrera de cirujano dentista en la Universidad de Guadalajara.

Jorge, Luis Carlos, Javier, Alfonso, Nacha y su servidor, todos, inspirados en la convicción de mis padres, dotados de razón y voluntad, empezamos a construir la parte complementaria que nos correspondía.

No ignoro, que quizá esas oportunidades pudieran haberse considerado como un privilegio en el contexto de la vida social del Nayarit de mediados del siglo veinte, pero tal idea, de haber existido, es inexacta, por la sencilla razón de que se trataba del resultado del trabajo de mis padres, expresada esencialmente en la dedicación y esmero dirigido a la educación de su familia.

De ahí que siempre he ponderado que la familia es el espacio fundamental de la educación y, junto con los profesores, es la que indica el compromiso que tienen las personas con su país, con su sociedad y en algunos casos con su democracia.

Pero también, la familia y la escuela, proporcionan bases éticas indispensables para una convivencia justa y equilibrada en la sociedad.

De ese origen provengo, ahí donde mis raíces, cuna de trabajo que me permitió estudiar una profesión, que en el fondo es elegir un destino.

La que me permitió también ingresar a laborar en las instituciones de la seguridad social mexicana.

La que me ayudó definir las características de una personalidad inquieta y crítica, y a la vez adquirir el perfil humanista que necesitaba para superar limitaciones y dudas, confrontar los abismos de lo humano y tomar las decisiones que me ayudaran a encontrar el lugar y el espacio de mi propio destino.

La que me enseñó, sin duda, que el talento no viene de la sangre sino que es una disciplina tenaz y una larga paciencia.

La que me permitió, en el camino recorrido, enriquecer mi vida al contraer matrimonio con Rosario, una mujer excepcional a quien amo, solidaria, de un corazón enorme, y procrear seis amados hijos: Marisol, Georgina, Marcela, Fabiola, José Lucas y Jorge.

Así pues, la familia donde nací y donde me formé se convirtió con los años en una familia propia, como raíz extendida.

Mi familia, en esencia la misma que he tenido desde que vine a este mundo, me ha contagiado de fe y esperanza cuando dudaba y me ha llenado de fuerza y entereza cuando tuve tropiezos y enfrenté adversidades.

Gracias a ellos, principalmente a mi esposa, a mis hijos y a mis nietos, como también a una buena parte de mi terquedad, pude dedicarme de tiempo completo a la vida sindical y política de mi estado, sin que esas actividades fuesen paralelas o excluyentes a mi propia familia, sino más bien como un todo armónicamente complementado que se manifestó siempre en las puertas abiertas de mi casa, que es la casa de ustedes.

La lucha sindical vino a ser una parte fundamental en el desarrollo de mi vida pública. En ella aprendí a estar siempre dispuesto a resolver conflictos en lo probable y justo de cada circunstancia.

Pero ante todo, con firmeza resuelta en el respeto a los derechos del trabajo, a negociar con la razón y la ley, sin prepotencia ni desmanes para evitar que el sindicato se convirtiera en una simple aglomeración de intereses y que, en cambio, fuera una institución respetada, con peso político equivalente al de la unidad de los trabajadores.

Fue en el Instituto Mexicano del Seguro Social, en la corriente sindical vanguardista que lo agrupa, donde entablé sólidas relaciones humanas y políticas en defensa de los trabajadores, auspiciado con el ejemplo de una admirable mujer, llena de energía, honesta y combativa. Me refiero a nuestra inolvidable Olegaria Peña Sandoval, a quien le rindo tributo y reconocimiento.

Aunque conocí y tuve trato directo y personal con algunos gobernadores, mi relación con Don Emilio M. González y con Celso H. Delgado, me enseñaron, el primero, el alto valor de la política al servicio de los más pobres; y el segundo, la visión de Estado con un gobierno respetuoso de la crítica.

Nunca me he considerado defensor de lo viejo que existe en el país, por bueno que sea.

Nunca he dicho que el mundo se movía a otro ritmo como añoranza del pasado.

Tampoco he sido guardián celoso del partido en el gobierno.

Desde mi juventud ingresé, he militado y militaré lealmente en el único partido en el cual creo.

A él debo las oportunidades recibidas y estoy convencido que históricamente ha creado el clima posible para gobernar a México, para respetar la pluralidad y vivir dentro de las instituciones.

Ese partido es el PRI.

Soy priísta, ni más ni menos que otro priísta, consciente de mis deberes y que, en buena medida, me inspira el legado ideológico de Jesús Reyes Heroles.

Decía el político veracruzano:

“Coloquio constante con todos, piensen como piensen; confianza en nuestras ideas; ver con ojo escudriñador lo que nos rodea; leer con avidez, escribir y hablar, ganar las cátedras, conquistar todas las trincheras ideológicas, ir a las plazas, ser, si esto sirve, hasta predicadores dominicales; dialogar con los campesinos, con los obreros, con la amplia y ramificada clase media, para ser orientados y poder orientar. (…) llevar la política a todas partes, hasta las academias, si es necesario; aprovechar al máximo la fuerza de la política, que es, en el fondo, nuestra mayor fuerza. Hagamos más, mucha más política; hagamos mejor política y acabemos con la politiquería”.

Sé que la forma de hacer política ha cambiado, pero no excluye las acciones a que nos convocaba Reyes Heroles.

Podemos usar las tecnologías de la información, el internet, la imagen, es cierto.

Pero ello no olvidar las prácticas de una organización que siempre ha tenido altura miras en su democratización interna.

Fui educado en las asambleas políticas del partido, donde se hablaba de ideas y proyectos entre militantes.

Fui dirigente sindical con fuertes lazos en el PRI, diputado local dos veces, presidente municipal y servidor público.

Fui dirigente estatal del partido, en cuya etapa sucedieron muchos acontecimientos que mostraban un mundo que entonces se cerraba y del que habría de venir.

Fui parte, como líder parlamentario, de las discusiones con las oposiciones a quienes ofrecimos un trato de profundo respeto y tolerancia.

Tuve la fortuna de vivir etapas generacionales de grandes reformas, reflejo de las profundas transformaciones que a nivel mundial pusieron fin al siglo veinte.

Fui candidato a gobernador sin poder alcanzar la mayoría de votos. Pero no fue la derrota mi experiencia adquirida en aquella jornada, tampoco la amargura de mi legado político.

Déjenme decirles, con toda sinceridad, que ese momento fue para mí un paradigma en el cambio de comportamiento político para reconocer la realidad sin rodeos, como máximo deber de un demócrata.

Sigo creyendo en un PRI de grandes acuerdos regido conforme a las reglas del desarrollo democrático.

Es de justicia hacer explícita mi gratitud a cuantas personas han trabajado conmigo, que han sido tan importantes en mi vida por tantas cosas.

Por su entusiasmo, por sus iniciativas, por su entrañable cercanía, lealtad y apoyo en los momentos más complicados y decisivos.

No tengo palabras para describir la generosidad de mi maravillosa mujer, Rosario, pero basta decir que hemos llegado juntos en el camino de una vida útil y fértil, abundante en realizaciones y metas.

Es, en el remanso de nuestra tercera edad, una digna y hermosa manera de volver a ser joven.

Amigas y amigos:

Sé que el país es diferente en la dinámica política de los nuevos tiempos.

Aunque existan desigualdades inocultables y la falta de oportunidades siga girando alrededor de la vida cotidiana de la mayoría de los mexicanos, se han abierto otros horizontes.

Horizontes que prometen un mejor país a condición de multiplicar los esfuerzos y dirigirnos hacia metas comunes.

No me considero portador de soluciones al amparo del pragmatismo o la imaginación.

Tal vez me traicione una magia, la magia de querer a Nayarit.

Nayarit es un lazo irrompible, un vínculo tan fuerte como una gran familia.

Solo la unidad es capaz de mantener más fuerte ese lazo irrompible.

Solo la unidad que no sea de papel, será la que determine cada instante nuestro manantial de creación y compromiso.

Puedo decirles, sin el menor asomo de protagonismo, que todavía no es tarde para que las decisiones que interesan a la población, no se tomen con engaños y la sospecha no sea el manual que rija las relaciones entre los ciudadanos y el gobierno.

Porque sé que el presente es el sitio de encuentro del pasado y del futuro, permítanme pedirles respetuosamente que hagan todo lo posible para que el diálogo continúe y que la asamblea siga abierta.

Escribió un día Gabriel García Márquez:

“No esperen nada del siglo XXI, que es el siglo XXI el que lo espera todo de ustedes. Un siglo que no viene hecho de fábrica sino listo para ser forjado por ustedes a nuestra imagen y semejanza, y que sólo será tan pacífico y nuestro como ustedes sean capaces de imaginarlo”.

Muchas gracias.  

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