Tepic, Nayarit, viernes 19 de abril de 2024

“El Seguro Social es una gran institución”

Miguel González Ibarra

29 de julio de 2015

No sea por el Seguro Social y, yo, ya no viviría. Estaría muerto.

Todo comenzó un sábado en la madrugada. El dolor no cesó durante las 24 horas anteriores. En momentos, creí que la intensa molestia se disiparía. No fue así. Mis vías urinarias no funcionaban. Estaban tremendamente taponeadas. El cuadro ya lo había padecido antes. Aunque, en el curso de las horas, se superaba. Esta vez, no.

Llegué a las tres de la mañana a la clínica del Seguro Social. La que se ubica atrás del Hotel “Las Palomas”, en Tepic. No había ningún paciente en el servicio de urgencias. Sólo la recepcionista. Ella revisaba papeles, datos, notas. De inmediato me atendió. Resolvió, con amabilidad, la preocupación que yo tenía, siendo ésta, que mi tarjeta de derechohabiente no la encontré entre los rincones de mi casa, seguramente porque no había sido enfermo asiduo de la institución, descartando, así, el acceso a los servicios de medicina preventiva, ya que, soy honesto, estoy en el bando de los muchos que nunca atendieron tal orden y disciplina.

De haber programado mi vida para los chequeos de salud preventivos, como parte orgánica de mi existencia, estoy cierto, no me ocurre lo que ocurrió y está ocurriendo.

Me atiende un médico joven. Al escuchar mi angustia, de inmediato diagnóstica la colocación de una sonda. El conducto lo pone en pocos minutos; se puede decir, impecablemente.

El trato del especialista hacia mi persona fue muy profesional. La primera impresión que me genera el Doctor, es que desempeña su trabajo con eficiencia y creatividad, pero, hay que decirlo, al grano y sin rodeos, sin el mercantilismo tan común en nuestra sociedad, más, tratándose de servicios médicos, los cuales, por la ruta de la medicina privada, cuestan un dineral, como bien, lo sabemos. Ésta, la medicina privada, se hizo, para ganar dinero, no para salvar vidas.

En muy poco tiempo, mi organismo descansaba. El tormento desapareció. “Qué felicidad”, llegué a exclamar, ante el personal que me atendía. En 90 minutos aproximadamente la vejiga estaba completamente descargada.

El galeno nunca me descuidó como paciente. Checaba minuto a minuto la evolución del tratamiento de emergencia. Decidió retirar la sonda, instruyéndome que debería consultar al médico familiar del IMSS asignado a nosotros.

Me retiré con un agradecimiento cargado de mucha emoción. El médico, respondió sonriente mi despedida, sin poder ocultar su honesta satisfacción por el deber cumplido; ello, sin percibir un centavo, más allá de su salario profesional, no obstante que, según mi inmediata interpretación, me había salvado la vida; si, lo repito, ¡me había salvado la vida!

A las seis de la mañana, salí de la clínica. Confieso: tuve la convicción que había quedado listo, aliviado, de ese mal.

El relajamiento me duró 24 horas solamente. El domingo, a las seis de la mañana, descubro que de nueva cuenta estoy bloqueado, otra vez, de las vías urinarias, sin poder expulsar ni una gota. Regresa el dolor, fuerte, cada vez más fuerte. Se hace insoportable. Al grado del colapso. Regreso al sitio inicial; obviamente, a la misma clínica.

Son las dos de la tarde. La sala de espera del servicio de urgencias está llena de pacientes y familiares. Gestiono los trámites de rigor. Me recibe un médico más joven que el de hacía unas horas atrás y me hace los chequeos normales, incluyendo la presión arterial. Me introduce a un consultorio.

El médico está acompañado de tres mujeres estudiantes de la Escuela de Medicina de la Universidad Autónoma de Nayarit; él, también, egresado de la UAN. Eso me embargó de gusto. Ver jóvenes de vanguardia formados en nuestra máxima casa de estudios, despojados de prejuicios pequeñoburgueses, entregados a una tarea elevada y superior, me hizo pensar que, efectivamente, el Doctor Gascón, el mejor Gobernador de Nayarit, al fundar la Universidad con los principios de la ciencia, estaba cumpliendo, ya, la encomienda de formar el Hombre Nuevo, como yo lo estaba viendo y, comprobando, en aquel médico y en aquellas muchachas estudiantes. En verdad, sentí mucha satisfacción. Son instantes cuando uno dice que vale la pena vivir y que, ciertamente, un mundo mejor es posible.

Me coloca la sonda sin mayor problema. En poco tiempo, se descarga la orina. Paulatinamente, va despareciendo la molestia, hasta desvanecerse.

El Doctor explica a sus alumnas todo lo relacionado con mi cuadro clínico. Ellas, preguntan y preguntan. Él, con gran conocimiento, sin titubeos en ningún momento, responde con firmeza y seguridad. A pesar de su juventud, el médico, buen maestro, buen académico, buen profesor. Excelente ser humano, por añadidura, lo mismo que las chicas universitarias.

Me dice que me dejará la sonda y que, al día siguiente, consulte a mi médico familiar. El grupo integrado por estas cuatro personas y el que esto escribe, nos despedimos hasta con alegría. Les dije:

---“Qué sería de nosotros, sin los trabajadores de la salud. Por lo pronto, ustedes y el Seguro Social, me han salvado la vida”.

Percibí que les agradó mucho el comentario.

Así como a su servidor ¡A cuántos les ha salvado la vida el Seguro Social!

Sólo contaré el caso de una niñita que vive, Anel Munguía,  convertida ahora en el alma y la alegría de sus padres, prematura, tuvo que estar durante meses en incubadora en la ciudad de Guadalajara. Conozco y sé de diversos casos, como éste; entre ellos, muchos, de mi familia, agregando a amigos y conocidos, que tienen vida y gozan plenamente de la vida, así como yo ---por el incidente aquí narrado--- gracias a los servicios que otorga esta generosa dependencia, creada por la visión y el humanismo del Presidente Lázaro Cárdenas, al sentar las bases para, pocos años después, iniciar funciones con esta denominación.

Alejandro Gascón Mercado, el dirigente más grande de estas tierras, atendió su diabetes severa, en el IMSS. Él, no tanto por razones ideológicas, políticas e históricas, sino, a partir de la vigilancia brindada por causa de su enfermedad, siempre emocionado, decía:

---“El Seguro Social es una gran institución”.

Por eso, tenemos que cuidarlo, protegerlo y defenderlo, con todo, hasta con las uñas, a fin de que no sea privatizado, tal y como lo quiere Peña y compañía (PRI-PAN).


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