Tepic, Nayarit, viernes 19 de abril de 2024

México ya cambió

Manuel Aguilera Gómez

19 de Enero de 2016

(Sexto y último)

No es posible dar por terminadas estas reflexiones sin abordar un tema esencial: el Estado de Derecho. La seguridad de las vidas y del patrimonio de los mexicanos es una tarea esencial, fundacional, del Estado. Dos cuestiones ameritan grandes reformas: la persecución del delito y la impartición de justicia.

Son de sobra conocidas las deficiencias de los órganos policiales y de su imbricación con la delincuencia, lo que ha creado un clima de criminalidad incontrolable. Como se ha subrayado en este espacio, no es un problema originado por el narcotráfico sino por la negligencia de las autoridades del fuero común protectoras de delitos como el secuestro, la extorsión, el robo, el homicidio, etc. Los llamados “mandos únicos” son insuficientes; es preciso vencer la resistencia de los gobernadores a crear corporaciones policiales de investigación estatal. Sólo así, los militares podrán retornar a los cuarteles.

La eficaz persecución del delito implica exterminar esa cueva de maleantes denominada ministerio público, especializada en conseguir confesiones por la vía de la tortura. En tanto no se dote de elementos de investigación científica a las averiguaciones, la persecución del delito seguirá asfixiándose en la corrupción. Es, por tanto, impostergable crear un banco nacional de información dactiloscópica y genética manejado por un órgano ciudadano autónomo a salvo de las perversiones de la acción policial. Brindaría información a la investigación policiaca pero sin injerencia de los órganos policiales o políticos. Mientras no se cree este sistema, la investigación policial seguirá dando palos de ciego en la persecución del delito con su inevitable secuela de impunidad y atropello.

La impartición de justicia es un proceso largo y penoso, originado en parte, por normas procesales plagadas de recovecos convertidos en nidos de triquiñuelas a favor de los litigantes, y en parte, por un sistema con innumerables instancias de apelación que conducen a una realidad monstruosa: los 11 ministros de la Suprema Corte de Justicia, el año pasado dictaron 18 mil sentencias. La máxima magistratura convertida de tribunal de barandilla. Justicia lenta es una forma perniciosa e inmoral de injusticia.

Ahora bien, las tendencias expuestas en este espacio periodístico son un exhorto a consolidar a México como una nación independiente y enfrentar la ominosa tendencia a su desmembramiento. Atendiendo a nuestra geografía, cultura, historia, economía y riqueza, vivimos en un gran país… expuesto a su ignominiosa desintegración por obra de la llamada “despacificación”, la indolencia política y la displicencia de las clases sociales florecientes.

Nuestra sociedad está integrada por casi 32 millones de familias pero sólo alrededor de 160 mil son muy prósperas, el medio porciento de la sociedad que detenta una quinta parte de la riqueza nacional. Es el estrato social más encumbrado en el entorno político, social y financiero, aunque sus vidas están marcadas por el egoísmo, el desapego filial, el influyentismo, la prepotencia, el exhibicionismo, el extranjerismo. Son mexicanos porque así lo acreditan sus pasaportes y su residencia en opulentos inmuebles de renombradas colonias. Son los dispendiosos consumidores pero a la vez son los ausentes de la Patria.

Estamos obligados a dinamizar la movilidad social para fracturar la perpetuación de la desigualdad transgeneracional. Hoy solo el 4% de los residentes en el último piso del condominio social provino de los estratos medios. El restante 96% está compuesto por descendientes de las familias de alcurnia. La capacidad de regeneración social radica en la movilidad vertical y es la fuente fundamental para la reconciliación nacional, para el renacimiento del vigor del país, para redimirnos de la gran fractura social. No será la politiquería electoral sino la educación pública (y su capacidad real de crear nuevos ciudadanos) la que nos  puede salvar de la hecatombe.

Deseo concluir estas entregas, haciendo mías las palabras del chileno Pablo Neruda. “Vagué por México…Y no hay en América, ni tal vez en el planeta, mayor profundidad humana que México y sus hombres. A través de sus aciertos luminosos, como a través de sus errores gigantescos, se ve la misma cadena de grandiosa generosidad, de vitalidad profunda, de inagotable historia, de germinación inacabable.”

Tal fue la inspiración de esta serie de columnas. (final)

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