Tepic, Nayarit, jueves 28 de marzo de 2024

Guías espirituales

Sergio Mejía Cano

02 de noviembre de 2016

En la película “La muerte de Colosio”, que dirige Carlos Bolado y es producida por Mónica Lozano y el productor ejecutivo es Javier Salgado, al principio aparece una frase que reza que esta película es “una ficción basada en esos hechos reales”. Y esto se podría decir de las series televisivas referentes al narcotráfico, las que hoy están en la mira de algunos legisladores que pretenden si no prohibirlas del todo, al menos que no se trasmitan en horas tempranas sino más allá de las 21:00 horas para evitar que las vean los niños. Y no prohibirlas del todo porque se alega la televisión abierta, no así la programación que se trasmite por cable, es decir, de paga.

Primeramente se han prohibido en algunas entidades del país los corridos que hagan referencia al narcotráfico o a los supuestos capos de la droga, por ser, de acuerdo a quienes pugnaron por su prohibición ser una apología del delito y ser influenciables entre las nuevas generaciones; sin embargo, de las canciones que hacen referencia a borracheras y misoginia, estas no se tocaron para nada, y vaya que son altamente influenciables para las nuevas mentes y hasta para las no tan noveles; porque si prohibieron los también llamados narco-corridos porque supuestamente hacían inclinarse a los jovencitos a pretender seguir una vida aparentemente fácil; pero no a las que hablan de estar en un rincón de una cantina, que le sirvan la del estribo o esas de ando borracho, etcétera, ¿acaso este tipo de melodías no influencian a las nuevas generaciones en lo absoluto?

Y respecto ahora a las llamadas narco-series, ¿qué acaso la realidad no ha estado superando la ficción que se ve en esas series? ¿Qué podría influenciar más a las mentes débiles, la realidad o la ficción? ¿Qué no podrían anteponer los productores de dichas series al inicio de las mismas que esos programas son ficciones basadas en hechos reales? Porque los jovencitos y todo público en general en la vida real lo único que no ve ni se entera es de las pláticas que tienen entre sí las pandillas de los supuestos capos de la droga, ni los amoríos y tranzas que hacen bajo la mesa ni los acuerdos de a quién atacar ni nada de lo que pasa dentro de las fastuosas residencias que aparecen en la tele como casas donde aparentemente habitan esos dichosos capos, porque la gente lo único que ve en las calles son las balaceras o se entera de ejecuciones, a veces es testigo, a veces se encuentra en medio de una balacera o es víctima de una de ellas, ¿y? La vida real viene a superar todo lo que se ve en esas llamadas narco-series. Así que no se puede adoptar el síndrome del avestruz por parte de los legisladores que hoy ponen el grito en el cielo por tanta demanda que han tenido dichas series sobre el narco junto con sus reinas y reyes juntos, porque lo único que podrían estar reflejando esos programas televisivos sería una parte de lo que en realidad pasa en gran parte del país, si no es que en todo.

A un niño que trae muchas ganas de orinar y no hay dónde hacerlo, su papá le puede decir que haga detrás de una barda, al lado de un automóvil, en un árbol etcétera, y para infundirle ánimo al pequeño nomás con que le diga que cierre los ojos para que no lo vean, es posible que el niño sienta esa sensación de que cerrando los ojos ya nadie lo va a mirar que está orinando en la calle. Pero a nadie se le puede decir que cerrando los ojos ya no va a haber criminalidad en el país; que con ya no trasmitir programas alusivos al narcotráfico y sus capos ya todo se va a componer y estos desaparecerán como por arte de magia. Queda claro que esto es prácticamente imposible, y más, porque hay gente que acostumbra a mirar esas narco-series y que por equis o mangas han estado cerca de un hecho de violencia, que señalan que esas series se quedan cortas con las balaceras de verdad.

Ahora bien: ya tiene tiempo que nuestros legisladores nos toman a los ciudadanos como si fuéramos niños de pecho o tuviésemos alguna tara mental, ya que ellos son los que deciden qué veamos o no miremos, por lo que en lo sucesivo ya no los deberíamos denominar como “representantes populares”, sino como guías espirituales, porque legislan más bien de acuerdo a sus propias creencias y convicciones sin tomar en cuenta a sus supuestos representados. De ahí que eso de ser representantes populares ya es obsoleto porque en realidad no representan a nadie más que así mismos. Nuestros legisladores deciden por la mayoría que ver, que leer, que hacer y cómo comportarse. Pero en fin.

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