Tepic, Nayarit, miércoles 24 de abril de 2024

Alguien podría enseñar el cobre

Sergio Mejía Cano

10 de Mayo de 2017

Ya se ha hecho común que en una conferencia de prensa, un gobernante o funcionario se ponga el guarache antes de espinarse diciendo de antemano que no se aceptarán preguntas por parte de los medios o se previene a éstos desde antes que será una conferencia en donde no habrá sesión de preguntas y mucho menos respuestas, y lo sorprendente es que los chicos de la prensa se quedan muy campantes aceptando que no los dejen ejercer su profesión y cometido tal cual es.

Se entiende que cualquier gobernante, funcionario y toda clase de servidores públicos tienen que responder a la opinión pública sus cuestionamientos siempre y cuando no sean preguntas de carácter personal, íntimo y de su entorno familiar, pero mientras sean preguntas de tema público, pues se supone que está obligado a responder. Porque ¿con qué derecho se niega cualquiera de estos personajes de la vida pública a no contestar lo que la opinión pública a través de los representantes de los medios informativos desea saber? Si se les preguntara de qué lado de su cama duermen, qué cenó, cómo se baña, cuantas veces entra al baño, qué papel sanitario usa, con cuál jabón se asea, qué desayunó, si tuvo algún disgusto con su esposa o con alguno de sus hijos y un largo etcétera de asuntos de índole personal e íntimo, pues es obvio que por nada del mundo tendría que responder un servidor público de cualquier nivel; sin embargo, sobre asuntos públicos del tema que sean y sobre todo de cuestiones económicas en donde entra en juego el dinero de los impuestos de la población y desde luego que por cuestiones de la paz y seguridad, por supuesto que no tiene por qué negarse a dar alguna explicación, aunque aquí podría haber una excepción en cuanto al modus operandi a seguir para garantizar esta paz y seguridad a la ciudadanía.

Cierta vez oí decir a un analista que por la mezcla de sangres con el mestizaje a la mayoría de los mexicanos, si no es que a todos, se nos había acrecentado el rasgo de la idolatría, y si bien en nuestro país los títulos nobiliarios no quieren decir nada, por algo nos entusiasmamos cuando se nos informa que un rey o una reina o algún emperador o determinado conde que para el caso vendría a ser lo mismo, pues infinidad de mexicanos sienten como si los vinieran a visitar a ellos alguien de otra galaxia; no por nada muchos lloraron la muerte de la princesa Diana de Inglaterra y en el mismo tenor hay muchos mexicanos que están al tanto por medio de revistas o internet de lo que sucede con la reina de la Gran Bretaña, con los hijos del príncipe Carlos o sobre lo que acontece a la familia real de España y si bien ya no con tanto empeño, aún hay quienes se siguen preocupando por la realeza del Principado de Mónaco en donde las escandalosas hijas del príncipe Rainiero y la norteamericana Grace Kelly continuamente aparecían en revistas amarillistas por sus argüendes amorosos o etílicos; y esto, muchos mexicanos sin quitarse el signo de admiración por quienes forman parte de la mentada realeza, porque dentro de nosotros mismos permanece esa sumisión ante quien lleva los destinos de la patria, el estado o el municipio.

Y posiblemente tal vez por eso, muchos chicos de la prensa acatan de inmediato cuando un gobernante o candidato a algún puesto de elección popular les señala que no aceptará preguntas ni habrá respuestas, creyendo a la mejor que tiene razón en no aceptar preguntas; pero ¿por qué va a tener razón siendo servidor público?

Se entiende que un candidato en tiempos de campaña tiene que ser lo más hipócrita posible y dar a entender que sabe quién se le acerca a saludarlo hablándole de tú y como si lo conociera de toda la vida. Hay quienes afirman que aún no son servidores públicos, por lo que no están todavía obligados a responder preguntas si no desean; sin embargo, a pesar de que apenas es candidato, se supone que su campaña la está sosteniendo con dinero público, por lo que tiene que rendir cuentas al pueblo porque está utilizando el dinero de la población.

¿Y qué se podría pensar de un candidato a equis puesto de elección popular que llegara tarde a uno de sus eventos y dé muestras de disgusto y que gritara que no quiere que lo graben ni fotografíen? Pues obviamente que estaría enseñando el cobre de ser un tipo autoritario, engreído, soberbio y falto de toda cultura política. Porque podría surgir alguien con este tipo de prepotencia, por lo que habría que estar al pendiente de que no haya alguien así; y si lo hay ya, pues no dejar de monitorearlo.

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