Tepic, Nayarit, viernes 19 de abril de 2024

El estercolero de la política

Oscar González Bonilla

29 de Noviembre de 2017

Por las formas, sucedió lo que todo el mundo esperaba: el destape de José Antonio Meade Kuribreña como el aspirante más sólido por la candidatura del PRI a la presidencia de la república mediante el dedazo del presidente Enrique Peña Nieto.

Para designar al candidato presidencial en el PRI, el propio mandatario del país afirmó: “luego nos sincronizamos el partido y el presidente, eso pasa. Luego no sé quién le lee la mente a quién, si el partido al presidente o el presidente al partido, pero coincidimos”, según consigna Proceso en su última edición.

Por su parte Ivonne Ortega, también aspirante a la candidatura presidencial por el PRI sostiene que “quisimos traer al PRI al siglo XXI, pero se siguen tomando decisiones como en el siglo pasado”.

A propósito de estos enjuagues, traigo a colación lo narrado por el periodista Erasmo Fernández de Mendoza en su libro titulado Conjuras sexenales, mismo que entre las baratijas adquirí en la reciente Feria del Libro que se instaló en la plaza principal de Tepic.

Me sujetaré con estricto apego a la esencia de lo expuesto en la obra por el añoso periodista (más de diez lustros en la actividad), sólo haré algunos giros en la redacción por razones de espacio.

En 1957, México vivió una sucesión presidencial muy peculiar en la que surgió el término político de El Tapado. Era el penúltimo año del sexenio del mañoso don Adolfo Ruiz Cortines y había llegado el momento de escoger al candidato presidencial del PRI, el que en aquella época tenía garantizado ser el próximo presidente de la República.

Don Adolfo era muy astuto cuando se trataba de jugar con la ambición política de quien fuera, como lo demuestran, claramente, varias anécdotas de cómo le había hecho creer al irascible secretario de Agricultura y Ganadería, Gilberto Flores Muñoz, que él iba a ser su sucesor en Palacio Nacional.

Faltaban ya unos meses para que el PRI escogiera a su candidato presidencial y llegó Flores Muñoz a Palacio Nacional para tener acuerdo de rutina con don Adolfo, para informarle del estado que guardaba la Secretaría de Agricultura. Ruiz Cortines recibió a Flores Muñoz con una gran sonrisa y al sentarse ambos para ver la documentación de la SAG, le dijo melosamente a don Gilberto, al que el presidente llamaba “Pollo”: “Olvídese del acuerdo, “Pollo”, mande usted a su subsecretario Jesús Merino Fernández a que analice con mi secretario particular los asuntos de Agricultura, y usted y yo vamos a platicar de algo más importante, por ejemplo, cómo va el asunto de su precandidatura presidencial”. Obviamente, Flores Muñoz se puso feliz porque ya se sentía candidato priista. Así transcurrió más de una hora en la que Ruiz Cortines se dedicó a “apapachar” a su secretario de Agricultura, quien salió del despacho presidencial convencido de que él era “el bueno” en el PRI.

Semanas después de esa platica, el presidente Ruiz Cortines fue de gira de trabajo a Yucatán, acompañado por la mayoría de miembros de su gabinete. Estando en Mérida, don Adolfo se dispuso a inaugurar gran monumento a la bandera nacional. Subió el presidente acompañado nadamás por el gobernador Víctor Mena Palomo, quedándose los secretarios de Estado parados abajo del monumento. Entonces, Ruiz Cortines casi gritando se dirigió a don Gilberto:”Pollo, usted suba y párese junto al señor gobernador y a mí, porque a partir de este momento usted debe de salir en todas las fotografías en las que yo aparezca”. Flores Muñoz obedeció de inmediato al tiempo que se soltó un murmullo entre los asistentes, quedando entre todos ellos la plena seguridad de que Gilberto Flores Muñoz era ya el seguro candidato presidencial del PRI y que en breves días sería dada a conocer su nominación.

En otra ocasión hubo una comida sin motivo aparente entre doña María Izaguirre, esposa del presidente, con las esposas de los secretarios de Estado, donde a la vista de todas tuvo altas deferencias para doña María Asunción Izquierdo, esposa de don Gilberto. Al enterarse de la distinción que le había hecho la primera dama a su cónyuge ante todas las demás, Flores Muñoz reforzó su seguridad de que él y nadie más que él iba a ser el sucesor de don Adolfo. Pero…”el bueno” fue Adolfo López Mateos.

El primero de diciembre de 1958, día de la toma de posesión del presidente Adolfo López Mateos, al terminar la ceremonia don Adolfo Ruiz Cortines subió a su automóvil y de repente le tocaron en la portezuela contraria a donde él iba sentado. Era don Gilberto Flores Muñoz “El Pollo”, el que se ofrecía acompañar a Ruiz Cortines hasta su casa en la colonia San José Insurgentes. A don Adolfo le pareció un gesto muy agradable de su excolaborador y partieron rumbo a la casa particular del ya expresidente. Al llegar, Ruiz Cortines y Flores Muñoz se bajaron del automóvil y se encaminaron a la puerta de la mansión y ya para entrar don Adolfo, Flores Muñoz le dijo, levantando mucho la voz para que lo oyeran los ayudantes y guaruras allí presentes: “Don Adolfo, hasta este momento lo he acompañado a usted y he sido su fiel servidor, pero ahora…vaya usted y chingue a su madre *&^#%* y dio la media vuelta y se fue. Ruiz Cortines se quedó silencioso y entró a su casa. “El Pollo” jamás volvió a cruzar palabra con su antiguo jefe, el expresidente Adolfo Ruiz Cortines.

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