Tepic, Nayarit, viernes 29 de marzo de 2024

Recuerdos imborrables de la mente

Sergio Mejía Cano

20 de Septiembre de 2019

Se ha documentado por parte de estudiosos del comportamiento mental de los humanos, que hay hechos de cierta relevancia muy difíciles de olvidar aunque no se haya sido testigo directo, sino que basta con haber sabido de alguna cosa que nos llegue profundo para recordar ese  o esos momentos con el simple hecho de captar un aroma, una frase, un lugar, una situación, etcétera.

Tema obligado entre familiares, conocidos y allegador fue recordar el 19 de septiembre como una fecha trágica para la mayoría de los mexicanos que ya estábamos cascareando en la canica (Gabriel Vargas dixit) en 1985 y para las nuevas generaciones saber de esta misma fecha pero de 2017, sobre todo por la coincidencia de la fecha.

Si bien no es ético escribir en una columna de opinión sobre asuntos personales, en ocasiones ayuda para darle sentido a lo que se trata de comentar, porque en lo particular me ha tocado saber y sentir a lo largo de mi vida por lo menos cuatro temblores.

El primero de ellos fue en 1972 que me tocó saber que había temblado a los pocos minutos de haber sucedido, porque fue a poco después de las 15:00 horas. Estaba en la ciudad de Guadalajara, y salí de trabajar de las oficinas del ferrocarril a esa hora, por lo que cuando tembló un servidor iba arriba del camión en el que me trasladaba a mi domicilio, por lo que no lo sentí; sin embargo, al bajarme del camión vi mucha gente en las calles, algunas personas aún hincadas y con los brazos en cruz; le pregunto a una señora qué pasó y me dice que si no había sentido el temblor y me señala los alambres de luz que todavía se estaban moviendo, ¡ah caray! Llego a la casa y la parte de mi familia que ahí estaba también se encontraba en la calle mirando hacia los postes y alambres, que afortunadamente ya no se movían.

El segundo temblor que sentí fue aquí en Tepic, ya era tarde-noche, y me encontraba en casa con dos de mis sobrinos, cuando vi que las lámparas de la sala y el comedor se comenzaron a balancear, por lo que tomé a mis dos sobrinos de entre los 10 y cuatro años de edad y nos pusimos bajo el marco de la puerta de entrada; y no sé si fueron mis nervios pero juraría que escuché un sonido como que venía del suelo. Nos habíamos puesto debajo del marco de la puerta porque alguna vez había leído que ofrece algo de protección, pero conforme seguía el temblor, mi cerebro pensaba si nos salíamos a la calle o nos quedábamos ahí. Claro que mi mayor preocupación eran mis sobrinos; pero en eso ya se calmó el temblor y tan, tan, nos comenzamos a reír tal vez de nervios.

El tercer temblor también lo sentí aquí en Tepic. Me estaba amarrando los cordones de los zapatos sentado en un sillón de la sala cuando sentí que me mareaba, cosa que me extrañó bastante porque hasta ese momento no había sentido ningún malestar, pero me dio por mirar las lámparas de la sala y al ver que se movían me asusté, pero apenas me iba levantando cuando vi que las dichas lámparas dejaban de moverse poco a poco.

El cuarto temblor también me tocó en Tepic, y que fue cuando se calló la cruz de la torre sur de la Catedral y que aparentemente se dañó el edificio de Telmex, por la calle Colima. Sin embargo, este temblor no lo sentí, porque a la hora que tembló que fue en la mañana un servidor venía llegando en un tren de carga de Mazatlán, Sinaloa a Tepic, y al dar vuelta en la curva un miembro de la tripulación nos llamó la atención a los demás que veníamos en la cabina de la máquina que le faltaba la punta a una de las torres de la Catedral, pero nomás nos encogimos de hombros pues ignorábamos por qué lucía así; pero ir llegando a la estación, más o menos en las inmediaciones en donde está el tinaco negro, vimos mucha gente afuera de las casas de enfrente, y en el andén de la estación también había mucha gente, pues los empleados de la estación habían abandonado el edificio juntándose en el andén. Obviamente al bajarnos del tren, la pregunta obligada sobre qué había pasado y ya nos dijeron varios compañeros que había temblado y gacho.

Y a propósito del edificio de Telmex, en las noticias que se trasmitieron casi inmediatamente después del temblor, resaltó el reportaje del señor René Ruiz que, arriesgándose junto con su camarógrafo, mostraba imágenes de los daños que había sufrido dicho edificio; reportaje que le valieron al señor Ruiz muchas felicitaciones y parabienes por su trabajo tan bien elaborado.

Y claro que los terremotos de la Capital del país son imborrables, del de 1957 nomás en fotos y películas.

Sea pues. Vale.

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