Tepic, Nayarit, viernes 29 de marzo de 2024

¿La escuela de AMLO satisface las necesidades del capitalismo global?

Octavio Camelo Romero

13 de septiembre de 2020

Ante los problemas económicos y sociales del covid-19, nuestras sociedades plantean a los sistemas de educación exigencias apremiantes, múltiples y, a veces, contradictorias. De la educación se espera que se resuelvan los problemas de la competitividad de las empresas, la crisis del empleo, a exclusión social y la marginación; en una palabra,  que ayude a la sociedad a superar sus dificultades actuales y, al mismo tiempo, a controlar los profundos cambios que hoy le afectan.

El sistema educativo mexicano no escapa a las incertidumbres abiertas por la sociedad capitalista en la que habitamos y es objeto de debates sociopolíticos, sobre todo, en los últimos años y desde que Andrés Manuel López Obrador llegó a la Presidencia de la República.

No es fácil encontrar las conexiones precisas y pertinentes entre las transformaciones históricas del mundo que nos rodea y el sistema educativo. Aunque somos dependientes del conocimiento y del nivel tecnológico para encarar los retos de nuestro futuro más que en ninguna otra época histórica, hoy el sistema educativo mexicano está en una encrucijada donde, a las tensiones tradicionales y a las generadas por el covid-19, se le suman otras creadas por las consecuencias del cambio estructural que padece nuestra sociedad.

Vivimos en la “Sociedad del Conocimiento” que genera un mundo con demasiada confusión e incertidumbre que, al institucionalizar “el descubrimiento y la novedad”, ha acelerado ilimitadamente el cambio social.

Nuestras sociedades se caracterizan por “el cambio y la innovación”. Nuestra conducta aparece cada vez más orientada por las imágenes virtuales de los “escenarios futuros” y no por las grandes referencias fundamentadas en las tradiciones históricas o por los valores propios de las generaciones antiguas. Este rasgo se aprecia especialmente en las culturas de las nuevas generaciones. De esta forma, en las sociedades del conocimiento, “el futuro y no el pasado”, es quien controla el presente y de aquí se deriva la menor importancia a los modelos teóricos "de toda la vida” para explicar lo que está pasando.

 Cabe destacar algunos acontecimientos que han transformado la sociedad a lo largo de las últimas décadas:

En primer lugar, tenemos la influencia de la universalización. Por una parte el mercado mercantil, financiero y bursátil ha roto las barreras nacionales y se ha extendido por todo el planeta, y por la otra, se trata de la transformación y generalización de los contextos locales inmediatos debido a que las actividades ordinarias están cada vez más influidas por sucesos que ocurren al otro lado del mundo, lejos de nuestro ambiente y de nuestra realidad;

En segundo lugar y como consecuencia directa de esta universalización, las tradiciones deben explicarse, abrirse a preguntas y a debates. Hay que fundamentar lo que se dice, por qué se dice y para qué se dice;

Y en tercer lugar, el conocimiento genera reflexión y nada escapa a esta ley general de la reflexividad. Esto influye en nuestras vidas con la expansión de la capacidad social de reflexión. Estamos en una sociedad donde los individuos deben acostumbrarse a encontrar y validar toda clase de datos para sus situaciones vitales.

La función de la escuela está fuertemente condicionada por las demandas que le dirige la sociedad en cada momento histórico y en cada contexto espacial. Sin embargo esto no significa que el papel del sistema educativo deba limitarse a responder automáticamente a las demandas sociales. El sistema educativo está institucionalizado y las demandas sociales que llegan al mismo están filtradas a través de las distintas organizaciones sociales y políticas, con sus planteamientos ideológicos.

Se suele acusar a la escuela de AMLO de ser una institución impermeable al cambio y a la evolución social. Las demandas sociales hacia la escuela se han ampliado y diversificado y, más que hacer un catálogo de las funciones y tareas, parece importante, por un lado, analizar en qué medida suponen estas demandas un cambio cualitativo de la escuela y, por el otro, cuestionar si la escuela puede y debe ser la única responsable de dar respuesta a todas estas exigencias. En fin

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