Tepic, Nayarit, sábado 15 de junio de 2024

Cumpleaños de mi mamá. Soy afortunado.

Ulises Rodríguez

22 de Mayo de 2024

Este 19 de mayo mi mamá cumplió 73 años de vida. No hubo festejos y rechazó las invitaciones que le hice para ir a desayunar o comer a lugares donde sé que le gusta la comida. En cambio, me pidió que la llevara a comprar cosas que necesita para recibir en los próximos días a mi tía. Terminamos comiendo, eso sí, en las gorditas de la Allende que tanto le gustan y cenando sus tacos favoritos. 

La vida es injusta, a veces pienso. A mí me dio a la mejor madre que pude haber tenido y a mi mamá, en cambio, le dio un permanente dolor de cabeza. No siempre he sido el mejor hijo, pero desde hace años, cuando cobré conciencia de lo efímero que es la vida, trato de serlo, sin mucho éxito a veces. Me gustan mucho sus historias, las escucho con atención y las almaceno en la memoria y en el alma, pues algún día me gustaría contárselas a mis hijos y que ellos lo hicieran con los suyos. Los recuerdos son una forma de mantener vivos a nuestros seres queridos. 

Mi mamá nació en Aután, ejido de San Blas. Nació cuando el país vivía la modernización que impulsaba Miguel Alemán con el propósito no tanto de mejorar la calidad de vida de los mexicanos como de llenar sus bolsillos. En Nayarit, gobernaba Gilberto Flores Muñoz, un gobernante que sí, invertía en obra pública más que sus antecesores pero que era temido por las personas que temían perder en sus manos la vida, su patrimonio o la honra de las mujeres. Nació mi mamá en un ranchito que no tenía luz eléctrica, donde la gente vivía en jacales que necesitaban forzosamente tapancos para evitar tragedias cuando el río se metía al pueblo. A veces -según me platicaba mi abuelita Andrea-, era posible ver a los caimanes sobresalir por encima del agua debajo de dichos tapancos. Casi todas las familias de ese entonces se dedicaban al campo y algunas, con mucho esfuerzo, mandaban a sus hijos a estudiar a Tepic, Guadalajara o México. Fue el caso, por ejemplo, de un muchacho muy serio llamado Julián Gascón Mercado, para el que su hermano mayor, Teodoro, pedía apoyo económico durante las asambleas del ejido con el objetivo de que pudiera seguir sus estudios en Tepic. A Julián, le seguirían después sus hermanos José y Alejandro. 

Me platica mi mamá que, cuando ella tenía como 7 años y se sabía que había llegado a Aután el doctor Gascón Mercado -varios años antes de que éste se convirtiera en gobernador-, mi abuelito Fermín le pedía a mi abuelita que alistara a los niños para ir a visitar al doctor. Cuando llegaban a la casa de la familia Gascón, allí había otras personas que habían ido a lo mismo. Lo veían con respeto no sólo por ser un profesionista, sino porque se había hecho un lugar en la ciudad de México, que para ese entonces no era poca cosa. 

Pese al clima cálido de la costa nayarita, había noches de frío que ponían en predicamento a una familia modesta como la de nosotros. Cuando mi mamá Andrea advertía que sus hijos tiritaban de frío, corría hasta donde mi abuelito almacenaba el tabaco que sembraba y se traía costales de hilillo que ponía a calentar en la ceniza de las brasas con las que habían cocinado horas antes y con ello cubría a sus hijos. Se racionaba el queso, pero siempre había frijoles abundantes. 

Cuando pienso en todo ello, me llena de orgullo pensar en su origen, que es el mío también. En los años setenta, por una recomendación de mi tío Reyes Orozco -que era compadre del entonces gobernador Flores Curiel-, ingresó a trabajar al Poder Judicial. Ella cuenta con nostalgia que la misma mañana en la que mi tío la llevó al despacho del gobernador para pedir para ella un empleo, el militar que asumió el poder después de la cuestionadísima elección de noviembre del 75 la presentó allí mismo con un señor ya grande, que resulta que era el presidente del tribunal, el Lic. Pedro Ponce de León. Fue así, el Lic. Pedro Ponce, su primer jefe durante los casi 32 años que trabajó en esa institución. 

Hoy la veo tranquila, sana dentro de lo que cabe. Nunca ha perdido su anhelo de ayudar a los animales ni de involucrarse en mis cosas. Disfruta mucho la compañía de nuestros vecinos y amigos, le entusiasma ver a mi tía y cada que se encuentra a sus compañeros del Tribunal para ella es un deleite. Hoy no hubo festejos, pero sí mucha gratitud de mi parte hacia Dios por haberme dado a la mamá que me dio, por haberme criado con la familia que me crie y por darnos todavía la oportunidad de estar juntos. 

Feliz 73 años, mamá Petra.

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