Tepic, Nayarit, jueves 28 de marzo de 2024

Carlos Camacho, sus motivaciones para de Sauta internarse a USA

Octavio Campa Bonilla

18 de octubre de 2014

"Aunque suene irrespetuoso, yo me vine a los Estados Unidos por güevon. Allá en Sauta, yo era hijo de "papi", y aunque el viejo no era lo que se dice un hombre pudiente, siempre supo sacar adelante a la familia, con el producto del trabajo de trece hectáreas de las que era propietario".

Con ese preámbulo, Carlos Camacho da principio a la charla que yo le solicité, y que él, con franca disposición me concede.

El nombre completo de mi entrevistado es: Jesús Carlos Camacho Carrillo, originario de Sauta, Nayarit, municipio de Santiago Ixcuintla.

Al preguntarle sobre los nombres de sus padres, el aludido responde:

"Mi padre que en paz descanse es J. Jesús Camacho Mejía, mi madre que todavía vive gracias a Dios, se llama Josefina Carrillo Aguirre".

Me dice que fueron 11 de familia, pero que uno de sus hermanos de nombre Javier falleció. Que sus hermanas son: Estela, Teresa, Norma y Amalia, y sus hermanos: Daniel, Julio Cesar, José Luis, Evaristo y Marco Antonio, todos apellidados Camacho Carrillo, pues son hermanos de padre y madre.

Me confía estar felizmente casado con Verónica Ramírez originaria también de Sauta, con la que ha procreado tres hijos: Iris Joselyn, Karla y Marvin

Al enterarme que su esposa es de Sauta me aventuro a comentar que es extraño casarse con una gente del pueblo, pues casi siempre brinca uno para otro lado y Carlos responde:

"Supuestamente habíamos creído que íbamos a brincar a otro lado, acá la conocí en Estados Unidos, y realmente nosotros no creíamos que era de Sauta, creíamos que era chilanga, pero no, gracias a Dios, nació en Sauta, pero se fueron cuando ella estaba chiquita, se fueron al D.F. y volvieron a Sauta y ya después se vinieron para acá".

Lo cuestiono sobre cuáles fueron los motivos para que se viniera al país del norte y Carlos manifiesta:

"Vamos a hablar de motivos. Motivos, -que no suene petulante o arrogante-, yo no tenía motivos, no voy a mentir, no tenía motivos de necesidad, la necesidad mía, era nomas conocer otra cultura, comprobar lo que me decían como era el norte y yo quería conocerlo, pero necesidad propia como muchos que desgraciadamente si se vienen, y no es que yo fuera gente pudiente sino que simplemente yo no tuve esa urgente necesidad de salir porque estábamos en estado extremo de pobreza y poder mandar algo a mi familia, eso no".

"Mi papá era agricultor, él nos enseñó a que ya que cumpliéramos 18 o 20 años, porque eran 13 hectáreas las que tenía ahí y pensaba que para todos no era lo suficiente, en aquel entonces nuestra familia nunca creyó en ir comprando tierras, ir rentando tierras, no, simplemente pensábamos en lo que teníamos y nada más, mi papá tuvo la gran virtud de enseñarnos a poder volar solos, después de los 18, o 20 años".

Lo interrogo sobre su familia en Sauta

"Tengo en Sauta, en el propio Sauta, viviendo está mi madre, y mi hermana Amalia, ellas viven al 100% en Sauta, en Tepic mi hermana Estela, y mi hermana Norma, en Sauta sobrinos, primos, tíos, tengo todavía mucha gente, mucha familia".

Carlos se expresa con entusiasmo, hay en el timbre de su voz emoción legítima al referirse a su pueblo, cuando habla de Sauta, le mueve el orgullo de ser de Sauta y así se lo manifiesto, y él responde de inmediato, como impulsado por una fuerza que lo empuja a responder con resolución:

"Más que orgullo, para mi si es una bendición haber nacido en Sauta, ahora que ya puedo salir, porque desde el 88 que vine, nomás había ido tres veces y tres veces que había regresado a pasar la línea de mojado, en Septiembre me llegaron los papeles de residente... -hace una pausa, suspira y continúa- es algo indescriptible, cuando ya volví y cuando ya sabía que podía regresar sin problema".

Y después de la residencia, -inquiero- ¿Vendrá la ciudadanía?

"Si Dios quiere, en 5 años, no estoy peleado en ser de dos nacionalidades, porque creo que al final de cuentas seguimos siendo mexicanos".

Carlos dice enfático:

"Mis respetos para los de allá, incluso voy a verter unas palabras para la gente de mi pueblo que está realzando, lo que mi padre, lo que muchas personas, de antaño dudaban: ellos creían que la tierra estaba cansada, pero una nueva generación de agricultores de Sauta, está diciéndoles todo lo contrario, mi papá que está en el cielo, yo creo que tiene que estar orgulloso de los nuevos agricultores que hay en Sauta, están haciendo rendir la tierra como ellos no pudieron".

"El nacionalismo y la nostalgia se sienten cuando uno está lejos de la tierra, cuando está allá, como que uno no valora lo que tiene, de lejos las cosas suenan de otra manera, porque, yo he vivido mucho tiempo fuera de mi pueblo, la nostalgia me hace regresar, siempre vuelve uno a la querencia".

Carlos baja el tono de su voz, pareciera que lo que a continuación expresa, me lo quisiera confiar en secreto.

"Hace como dos meses, una persona, que podemos decir, tiene una cultura de estudios mucho mejor que la mía, vertió unos comentarios acerca de las personas que estamos acá, en su pensamiento que expresó desgraciadamente en el Facebook, -que no cayó nada bien- diciendo ella, que los que estamos acá, estamos abandonando muchas cosas al dejar todo allá tirado en nuestros pueblos, ella pensaba que por los papeles, de residencia o ciudadanía".

"Hasta el año pasado ya supe lo que era querer los papeles, porque había una oportunidad, no soy oportunista, pero había una oportunidad después de veintitantos de estar aquí, yo creo que si merecía yo buscar esa oportunidad, y la hicimos, no fue nada agradable haber escuchado esos comentarios, sin embargo a ver si un día le mando en el Facebook ese comentario que yo le hice, referente a lo que es el ser humano en sí. El ser humano es migrante por naturaleza".

"Entonces yo le hice ver a esa persona, que no son los papeles, simplemente, como yo le dije, al principio de nuestra plática, yo no voy a mentirle, yo no voy a decirle que por la extrema pobreza, yo me vine porque era güevón, porque yo tenía muchas oportunidades de trabajar en mi rancho y sin embargo me vine acá y cuando llegue acá, ¿sabe qué pasó? tenía que trabajar, y cuando ya empecé a ganar mi dinero, porque yo era hijo de papi allá, aclaro de nueva cuenta, mi papá no era muy solvente, pero éramos medio cargaditos nosotros con él, entonces, cuando ya me vine para acá y supe el sabor que se siente ganarse su dinero, comprarse cosas con su dinero, entonces ya me encantó, y hasta ahorita, quizás en el fondo sigo siendo güevón, pero si yo quiero una cosa, la única forma de lograrlo es trabajar para comprarse esa cosa".

Le digo a mi interlocutor que Mayra Cortés me confió que las mejores Kermeses que hay en Los Ángeles son las que Carlos Camacho organiza.

"Me han dado un valor, que bueno, no creo merecer, como yo lo hago natural, no sé hasta qué grado sean mejores que las demás, pero ellos me han dicho eso, cuando yo empecé con eso, dije ¡ah cabrón! pero si tengo apenas tres años, será que antes no nos dábamos cuenta, más que nada, y ahora por medio del Facebook ahora se da uno más cuenta, pero, pues no, aquí hay muchos clubes que ya tienen sus 10, 15 años, nosotros tenemos apenas 3 años".

No obstante su modestia, muchos coinciden que Carlos es un chambeador de marca, sus compañeros lo dicen y por algo lo reconocen. Carlos responde el halago medio cohibido:

"Gracias, gracias, -enseguida enfatiza- yo después de 20 años, era un soñador, era de los que soñaban, mi papá fue tipo líder, quizás yo heredé eso, pero, mi liderazgo a veces lo llevaba negativo, jugué futbol y era líder o capitán, después me retiré y empecé a ser entrenador de niños y de grandes, cuando yo empecé a investigar de los clubes, porque yo decía cuando yo vuelva al rancho voy a tratar de hacer esto, pero no hay necesidad y te lo digo con toda sinceridad, no hay necesidad de volver a su rancho cuando puedes desde aquí ayudar, y eso es lo que me motivó, por supuesto, tuve miedo que me juzgaran de loco, cuando empecé a mover lo del club, pero gracias a Dios hemos tenido muy buena respuesta, porque somos un equipo, ¿qué pudiera hacer yo solo? ¡Nada, o muy poco! El éxito es el resultado del esfuerzo de tantos paisanos que se la parten junto con su servidor".

Jesús Carlos Camacho Carrillo tiene su domicilio en La Habra, por la Avenida Buena Vista. Esa ciudad donde habita Carlos, fue incorporada al Condado de Orange el año de 1925.

Añadiré como dato interesante que a La Habra se le conoce como “Ciudad Corazón Púrpura”, merced a la designación de la Orden Militar del Corazón Púrpura que el Congreso de Los Estados Unidos de Norteamérica le concediera el 11 de noviembre de 1958 a los militares y las mujeres de esa ciudad, que recibieron la Medalla de la referida Orden, por heridas sufridas en combate.

Después de la necesaria digresión, retomo el hilo de la conversación interrumpida tras la breve pausa histórica del sitio de residencia de Camacho Carrillo.

Le solicité al entrevistado su anuencia para ir a Sauta y hacerle una visita a su hermana Amalia, que es la única del núcleo familiar que sigue viviendo en la tierra natal, y visitar también a su señora madre, Doña Josefina Carrillo Aguirre, hoy viuda de Camacho Mejía.

La brusca respuesta de mi interlocutor me hubiera sorprendido, y hasta desorientado, sino me constaran la buena fe y los sentimientos de solidaridad característicos de Carlos Camacho que dijo:

“Claro. Si ellas no tienen ningún inconveniente. -Al notar mi turbación añadió- Lo que sucede es que en la familia somos muy independientes, y cada persona decide por sí misma, yo por supuesto, en lo que cabe le doy mi anuencia”.

Ya con el visto bueno de Carlos, la mañana del 16 de agosto, a bordo de una camioneta, propiedad de mi estimado amigo el Lic. Jorge Humberto Macías Rodríguez, arribamos al pueblo, y luego de algunas pesquisas, nos apersonamos en el modesto restaurant del que la señora Amalia es propietaria, y al que personalmente atiende, auxiliada por una joven veinteañera, que discretamente se retiró cuando externé mi idea de platicar con la patrona.

Sigo sin considerar si la señora Amalia tiene parecido físico con mis parientes de San Ignacio Sinaloa, de lo que estoy cabalmente seguro es de que en el modo de ser, mucho se les asemeja.

Alegre, diligente, amable y espontánea, con una sonrisa llena de calidez y unos ojos intensamente verdes, que me recordaron a tantos rapsodas que han eternizado a quienes son poseedoras de esos dones.

Y vino a mi mente la primera estrofa de la Rima XII de Gustavo Adolfo Bécquer que dice: Porque son, niña, tus ojos / verdes como el mar te quejas; / verdes los tienen las náyades, / verdes los tuvo Minerva, / y verdes son las pupilas / de las hurís del Profeta.

Y danzaron por un breve instante en mis neuronas “aquellos ojos verdes” del flaco de Oro Don Agustín Lara, interpretada magistralmente por el tenor Plácido Domingo y hubiera seguido con mis lucubraciones si la voz de Doña Amalia no me trae de nuevo a la realidad.

“Así que usted es amigo de mi hermano Carlos… Cuénteme como están mis hermanos”.

¿Sus hermanos? –Pensé para mis adentros- ¿Luego por qué Carlos no me dijo que tenía hermanos que radican en estados Unidos? Y me apresuré a responder: están bien señora, pero yo solamente entrevisté a Carlos.

Le pregunté sobre el domicilio de su mamá, Doña Josefina, pues quería hacerle una visita, y ella me respondió meneando la cabeza:

“No, pos oiga, va a tener que ir a Tepic, ella ya casi ni pasa aquí, se la vive en Tepic, donde mis hermanas Estela y Norma la atienden”.

Le pedí que me permitiera tomarle una fotografía y ella accedió y le comuniqué que pensaba hacer varias tomas de diversos puntos de Sauta y Doña Amalia me dijo con espontánea alegría:

“Vayan a la iglesia, estamos de fiesta”.

Y para allá encaminamos los pasos el Lic. Macías y un servidor, luego de despedirnos de tan amable señora.

En efecto, el templo estaba lleno de personas de diversas edades, muchas de ellas con niños pequeños en sus brazos. Alguien nos informó que en breve se desarrollaría un bautizo colectivo.

Así concluyó nuestra visita a Sauta, aquella soleada mañana de agosto, ese pueblo tan querido y añorado por Jesús Carlos Camacho Carillo que no se cansa de repetir como si fuera el estribillo de una nostálgica canción:

"Más que orgullo, para mi si es una bendición haber nacido en Sauta, ahora que ya puedo salir, es algo indescriptible, cuando ya volví y cuando ya sabía que podía regresar sin problema".

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