Tepic, Nayarit, viernes 19 de abril de 2024

El hambre no se combate con recortes presupuestales

Octavio Camelo Romero

06 de Febrero de 2015

En estos momentos del mes “del hambre” como ha denominado el presidente Peña Nieto al mes de febrero del 2015, vale la pena reflexionar en torno a los factores de ese terrible mal de más de la mitad de los mexicanos. El que la mayoría de los habitantes del país se encuentren en situación de pobreza alimentaria nos indica que esos connacionales con sus niveles de ingreso en dinero no alcanzan a satisfacer los requerimientos mínimos indispensables de alimentación para mantenerse en las condiciones existenciales de la especie humana. Su estatus cae en el inhumanismo o en la degradación humana. Y como es lógico, el hambre no desaparece del todo con la ingesta reducida de alimentos. Por lo tanto, la lucha contra el hambre deberá de incluir a estos mexicanos.

El problema radica en que la voracidad de algunos empresarios y funcionarios del Estado Neoliberal Mexicano se manejan con una ecuación antihumanista: “ingresos altos = precios altos con salarios bajos.” De aquí que las políticas públicas en el país sean la de provocar un incremento en los precios a partir del incremento en las tarifas de la luz y de los precios unitarios de las gasolinas y del gas. Con estas medidas quedan más que justificadas las alzas de los productos de consumo familiar toda vez que se incrementan los energéticos, los transportes, etc. Y a esta perversa acción hay que agregar la no menos antipopular medida de autorizar los incrementos salariales en un porcentaje inferior al porcentaje real de los incrementos de los precios de las mercancías consumidas por quienes tienen el privilegio de comprarlas. Si más del 50% de los mexicanos están en pobreza alimentaria, esto es, no alcanzan a comprar los productos mínimos indispensables para seguir viviendo en condiciones de salud aceptable para este siglo, entonces la desnutrición por un lado y la obesidad por el otro se presentará en la mayoría de las familias, acentuándose la desnutrición en el sur y la obesidad en el norte del país.

Este binomio desnutrición-obesidad es propio de las sociedades donde el capitalismo mundial ha dominado las estructuras gubernativas y donde los políticos y funcionarios públicos sirven más la capital que a la población. Aunque las autoridades tratan de maquillar los datos y los estragos de sus políticas públicas, no dejan de traslucirse los estragos de los gobiernos al servicio del capital. El incremento del gas y de la gasolina, artículos estratégicos para impulsar o paliar la inflación de precios, de un año a otro subió en más de un 30%, mientras el salario mínimo porcentualmente hablando descendió en el mismo periodo. Sin embargo, los ingresos y las ganancias de las grandes empresas subieron desorbitadamente.

Una manera de encubrir las alzas es comparar cifras mes a mes del año corriente respecto del año anterior.  Pero esta falacia queda descubierta cuando se comparan precios anteriores y precios actuales. Por ejemplo en el hogar ahora se pagan más 400 pesos por un cilindro de gas de 30 kilos mientras que en 2013 se pagaban 300 pesos. Lo mismo sucede con la gasolina, con la carne, con el huevo, con las tortillas,  etc. Y así los funcionarios públicos tienen el descaro de decirnos que en su trayectoria de los últimos 12 meses la inflación no se incrementó significativamente.

Y a esto le anexamos las declaraciones del secretario de hacienda en el sentido de reducir el presupuesto del gobierno federal en más de 124 mil millones de pesos. Seguramente quieren reventar al pueblo de México o que éste brinque las trancas. Realmente no es entendible racionalmente las políticas públicas del actual gobierno federal. En fin.


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