Tepic, Nayarit, domingo 28 de abril de 2024

Amor, palabra de cuatro patas

Oscar González Bonilla

06 de Diciembre de 2023

Fue la regidora morenista del Ayuntamiento de Tepic, Marina Rentería, quien vino a mi mente después de leer el prólogo del libro titulado El Loco, cuya autoría es de Juan Luis González.

En el segundo informe de gobierno de la presidenta del Ayuntamiento de Tepic, Geraldine Ponce, a la regidora Marina Rentería se le ocurrió llevar su mascota: un perro, a quien la joven mujer prodigó atención especial. El animal ocupó un lugar en el sillero bajo la sorprendida mirada de los centenares de asistentes, pero además debidamente ataviado para la ocasión, como si fuera un invitado más a la ceremonia de estricto carácter político.

Daré a conocer el mencionado prólogo para que usted, estimado lector/a, haga su propio juicio.

Javier Milei dejó de escuchar. Durante cincuenta minutos habló sin parar sobre su proyecto para dolarizar la economía argentina y sobre lo “nefasta” que es “la casta política”, pero ahora está callado y mira perdido una pantalla. Esteban Trebucq, el periodista que saltó a la fama por su calvicie y por su pose de duro, intenta encarrilar de nuevo la entrevista. No lo consigue.

“Ahí está Conan, está Conan, ese es Conan”, repite el diputado cuando vuelve a abrir la boca. La producción puso, sin previo aviso, una foto vieja de su mastín inglés, y él no puede despegar los ojos del televisor. La nota se traba y el “Pelado” ensaya alguna pregunta para salir del momento, pero no hay caso. Milei no está viendo a su mascota, sino que ve a su “verdadero y más grande amor”, a quien considera su propio hijo.

Al perro se lo trajo al regreso de un viaje de trabajo, cuando fue a presentar un paper a Córdoba, a fines del 2004. En ese entonces era apenas un cachorro, pero la imagen que proyectan en la pantalla de A24 debe ser de diez años después. Conan ya está grande, tiene canas por toda la cara, cayos en los codos, y en la foto aparece acostado y con la mandíbula bien abierta, como buscando aire.

“¿Cuántos años tiene?”, le pregunta el periodista, que a esta altura se resignó a seguirle el juego a su invitado. El diputado piensa unos segundos, y responde un tanto confundido: “Uf, no saco la cuenta, tiene unos cuantos”, dice, y empieza a repetir lo que cuenta cada vez que lo consultan por el animal: qué es lo más importante de su vida, que cuando estuvo en “su peor momento” el can fue el único que lo acompañó, que llegó a resignar su propia alimentación para cuidar la de Conan y que por eso terminó comiendo mal y llegó a pesar 120 kilos que con él y solo con él pasó una decena de navidades y años nuevos, que un día su departamento se prendió fuego y que no lo abandonó hasta asegurarse de que su “hijito de cuatro patas” lo seguía y que por eso casi se muere. Y que por Conan está dispuesto a morir.

Pero hay muchas cosas del perro, y sobre todo de él, que no dice en esa entrevista de principios de año. Son sus secretos más guardados. Y no es solo la verdadera edad de la mascota.

Milei no dice, por ejemplo, que Conan está muerto. Qué murió un domingo de octubre del 2017 en sus brazos, en el departamento que tenía en el Abasto, luego de pelearla durante un tiempo contra un cáncer en la columna. Tampoco cuenta que ese proceso lo atravesó con un parapsicólogo y una telépata que leían la mente del can y lo “comunicaban” con su dueño. Esa es, apenas, la punta del iceberg.

Luego de la muerte del perro/hijo, su amigo más fiel, el hombre cambió por completo. Fue un golpe que ni siquiera pudieron amortiguar los clones del animal que mandó a hacer a Estados Unidos — U$S50 mil más impuestos—, y que ahora presenta como sus “nietos”. Karina, su hermana, indispensable para él como Conan, intentó ayudarlo. Estudió para convertirse en medium, y empezó a ser ella misma quien comunicaba al recién fallecido can con su dueño, una actividad que al día de hoy es central en la vida de la menor de los Milei, que dice poder hablar con animales vivos y muertos y que en base a eso toma decisiones importantes.

Pero eso no fue suficiente. A los que querían escucharlo, Milei les comenzó a contar historias cada vez más llamativas: que Conan en verdad no había muerto —“fue su desaparición física”—, sino que había ido asentarse al lado del “número uno” para protegerlo, y que gracias a eso había comenzado a tener charlas con el mismísimo Dios. “Yo vi tres veces la resurrección de Cristo, pero no lo puedo contar. Dirían que estoy loco”, le dijo a un amigo de aquellos años, en un chat que esta persona todavía guarda.

Hasta que un día sucedió lo inesperado. Algo que cambiaría para siempre la vida de Milei, pero también la de Argentina. Es que en una de sus conversaciones con “el número uno”, este le reveló el motivo por el que tenían tanto contacto. Dios, como había hecho antes con Moisés, le dijo que tenía para él una “misión”. Tenía que meterse en política. Y le dijo algo más: que no tenía que parar hasta llegar a ser presidente. 

En lo particular me parece inapropiado que la regidora Marina Rentería Sillas se hiciera acompañar por un perro en acto tan solemne, lo que implica que la morenista no guardó la seriedad ni el respeto con que debió conducirse. Seguramente su inexperiencia política provocó que asumiera una actitud graciosa, de chiste. Apenas si rebasa los 25 años, su edad no da para más.

Está bien que el perro le proporcione a la regidora Marina Rentería sensación de bienestar emocional, que sea una gran compañía y consuelo, pero las manifestaciones de amor para quien considera es parte de su familia, debe dárselas al can en el lugar apropiado, no en un acto público de tal importancia.


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