El gol es el orgasmo del fútbol
Eduardo Galeano
07 de Mayo de 2025
Eduardo Galeano, nació en Montevideo, Uruguay, en 1940. Hincha del Nacional.
Como todos los uruguayos, quise ser jugador de fútbol. Yo jugaba muy bien, era una maravilla, pero sólo de noche, mientras dormía.
El fútbol profesional, como espectáculo, se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue.
(El portero) está condenado a mirar el partido de lejos. Sin moverse de la meta aguarda a solas, entre los tres palos, su fusilamiento.
El gol es el orgasmo del fútbol.
Pero la pelota también tiene sus veleidades, y a veces no entra al arco porque en el aire cambia de opinión y se desvía. Es que ella es muy ofendidiza. No soporta que la traten a patadas, ni que le peguen por venganza. Exige que la acaricien, que la besen, que la duerman en el pecho o en el pie.
En el fútbol, como en casi todo lo demás, los primeros fueron los chinos.
En aquellos tiempos, nadie ocupaba un lugar determinado en la cancha: todo el mundo corría alegremente tras la pelota, cada cual iba donde quería y cambiaba de puesto a voluntad. Fue en Escocia donde los equipos se organizaron, hacia 1870, con funciones de defensa, línea media y ataque. Para entonces, ya los equipos tenían once jugadores. Ninguno podía tocar la pelota con las manos, desde 1869, ni siquiera para detenerla y colocarla en los pies. Pero en 1871 nació el arquero, única excepción de ese tabú, que podía defender la meta con todo el cuerpo.
En 1872 apareció el árbitro. Hasta entonces, los jugadores eran sus propios jueces y ellos mismos sancionaban las faltas que cometían. En 1880, cronómetro en mano, el árbitro decidía cuando terminaba el partido y tenía el poder de expulsar a quien se portara mal, pero todavía dirigía desde afuera y a los gritos. En 1891, el árbitro entró por primera vez en la cancha, soplando un pito cobró el primer penal de la historia y caminando doce pasos señaló el punto de su ejecución. Desde tiempo atrás, la prensa británica venía haciendo campaña en favor del penal. Era preciso proteger a los jugadores en la boca del arco, que era escenario de carnicerías. La Gaceta de Westminster había publicado una espeluznante lista de jugadores muertos y de huesos rotos.
Rn 1882, los dirigentes ingleses autorizaron el saque de costado con las manos. En 1890, las áreas de la cancha fueron dibujadas con cal, y se trazó un círculo en el centro. En ese año el arco tuvo red. Atrapando la pelota, la red evitaba dudas en los goles.
Abdón Porte defendió la camiseta del club uruguayo Nacional durante más de doscientos partidos, a lo largo de cuatro años, siempre aplaudido, a veces ovacionado, hasta que se le acabó la buena estrella.
Entonces lo sacaron del equipo titular. Esperó, pidió volver, volvió. Pero no había caso, la mala racha seguía, la gente lo silbaba: en la defensa, se le escapaban hasta las tortugas; en el ataque, no embocaba una.
Al fin del verano de 1918, el estadio del club Nacional, Abdón Porte se mató. Se pegó un balazo a medianoche, en el centro de la cancha donde había sido querido. Estaban todas las luces apagadas. Nadie escuchó el disparo.
Lo encontraron al amanecer. En una mano tenía el revólver y en la otra una carta.
Arthur Friedenreich, hijo de un alemán y una lavandera negra, jugó en primera división durante 26 años y nunca cobró un centavo. Nadie hizo más goles que él en la historia del fútbol. Metió más goles que el otro gran artillero, Pelé, también brasileño, que ha sido el máximo goleador del fútbol profesional. Friedenreich sumo 1,329; Pelé, 1,279.
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